martes, 22 de diciembre de 2015

Presentación de Poetas Profanos

El viernes 18 de diciembre se presentó en Metting House la antología Poetas Profanos, del Grupo Literario El barco ebrio. Condujo el acto, el abogado y periodista Maximiliano Ariel Lequi que, luego de una breve introducción, pasó a dialogar con cada uno de los autores, quienes leyeron algunos de los textos de su autoría que integran la obra.








Cerca de cincuenta personas asistieron al evento, conversando con los escritores durante el vino de honor. La presentación fue auspiciada por Radio Zónica.



Algunas imágenes de la velada, tomadas por nuestro fotógrafo exclusivo: Lawrence Wheeler. 
    























viernes, 18 de diciembre de 2015

Héctor Alvarez Castillo


II



Un día
Un colorado traidor
Se hizo de hombres
Y de barcos.
El Imperio del Brasil
Aprovechó
La enemistad entre orientales,
Y con cañones, fusiles
Y miles de soldados,
Quebró las defensas
De Paysandú:
Ciudad heroica,
Valiente y noble
Pueblo sanducero.

Un mes
Los bravos orientales
Soportaron el sitio,
Un mes en la ciudad,
Otra vez castigada,
Se oyó el bramido
De los cañones,
Se respiró el humo de las armas,
El gemido de los hombres,
El olor a la matanza.

En Caridad
Las mujeres
Se refugiaron
Con niños,
Heridos
Y ancianos.
En Caridad,
Isla que en las costas
Del Uruguay
Hermana dos patrias,
Baño de plata
Que salva,
Patrias
Que son el hombre
Y su imagen
En el agua.

“Heroico Paysandú
Yo te saludo,
Hermano de la patria
En que nací”.

A fuego y sangre
Entraron
Las milicias de Venancio:
Allí nació el ejército
De brasileros y uruguayos;
Fuerzas que sembraron
Suerte despiadada.
Ése fue el origen,
La semilla
De la afrenta;
Esas jornadas
Sólo auspiciaban
Sangre, dolor y muerte
En la nación paraguaya.
Sueños de expansión
Tenía el Imperio,
Antiguo dominio
De los fuertes
Sobre los débiles.




Esas fuerzas de Venancio
Se ganaron, por los siglos,
El escarnio.
Los muertos aún desfilan,
Hacen ruido en los esteros,
En lodazales y pantanos.
Quiebran lanzas
Y degüellan.
No se saben apariciones,
No lo saben,
Moran al lado
De los ka`aguy póra.
Son las ánimas
Que se mueven
Al son de guerra
En la batalla.
No descansan los jinetes,
No descansan los soldados.
¡Tanta suerte despiadada!

“Heroico Paysandú
Yo te saludo,
Hermano de la patria
En que nací”.



Así fueron esos días
En la primavera del sesenta y cuatro,
Para enero el Uruguay
Tenía a Venancio en el palacio
Y a Cruz Aguirre derrocado.

Flores, apellido aciago,
Flores generosas en las tumbas
Junto a lápidas,
Y en las fosas los valientes,
Los mejores militares
Contra el paredón fusilados.

¡Esa triste epopeya
No la pintaste,
Querido Cándido!
Tu mano se guardaba
Para el mayor estrago
Entre naciones americanas.

En las ciudades, en los pueblos,
La gente
No se siente en buena casa;
Algunos se confiesan,
Otros por temor, callan.
Se huele lo que se avecina,
Se mancillarán
Las armas de la Patria;
Ayer liberaron,
En la noche que nace
Masacran.

Nuestra tierra
En su infancia
Troca esperanzas
Por agonías.
¡Malhaya quien festeje
Tal suerte desalmada!

“Heroico Paysandú
Yo te saludo,
Hermano de la patria
En que nací”.


(Fragmento del poema: Memorias de la Guerra Guasú)


Héctor Alvarez Castillo nació en el año 1961, transcurriendo su infancia en la localidad de Villa Ballester, Pdo. de Gral. San Martín. Desde 1979 comenzó a colaborar y a dirigir distintos medios periodísticos y culturales. Por El Prisionero, recibió el Premio Bululú (Temporada 2008/2009), a la mejor obra dramática. En el año 2011 se le concedió el Premio de Poesía “Alejandro Roemmers”, que otorga la “Fundación Victoria Ocampo”, por el libro: La palabra es deseo, y otros poemas. En 2013 recibió el Primer Premio del Concurso “Micro-relatos del barrio”, organizado por el Sanatorio Modelo de Caseros, por su ficción “Fantasma en Sáenz Peña”.
Otras obras de su autoría son: Amatista, 1981-1985 (poesía), Camino a Babel. Conversaciones con Jorge Luis Borges (ensayo), Metamorfosis (cuento), Gerstrauss o el Amor (cuento) y la colección de ficciones breves: Naif. Del Juego a la Literatura.
Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés, francés e italiano.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Marilú Sánchez Martínez

Noche lluviosa



Acordamos encontrarnos a las nueve de la noche y ya pasaron diez minutos. Yo llegué puntual a esta esquina, aunque ya antes de salir de casa sospechaba  que él se retrasaría. Después dice que soy impaciente pero lo hace una y otra vez. Reconozco que tiene imaginación, siempre usa una excusa distinta. Ahora llueve más fuerte ¡qué fastidio! Por suerte dejé las plantas en el balcón, hace dos o tres días que no las riego. Es un descuido de mi parte, pero yo le digo que no me regale plantas. No importa, siempre aparece con una. No me extrañaría que llegara ahora con alguna ramita rara clavada en la tierra y rodeada de piedras de colores, como las que tiene mi vecina, Matilde, en esa caja de vidrio. Dice que está relacionado con la energía del ambiente o algo parecido. No me interesan esas cosas. Lo que sí me importa es que ya pasaron quince minutos y no llega. Nunca tuve paciencia, para mí esperar es como tener una piedra en el zapato. No de las piedritas de colores de Matilde sino una bien dura, afilada, que se me clava en la planta del pie. Para colmo, se me ocurrió ponerme estos zapatos con taco; los uso en ocasiones especiales, como ésta. Pero sin lluvia. Tendría que haberme puesto las botas. Y pantalón y campera. Hasta el peinado se me está desarmando. Me gusta arreglarme para estos momentos, aunque nadie me vea. No podemos ir a un lugar público. Por eso no salimos mucho. Y por eso hoy es una ocasión especial. ¿Será también por eso que llueve? No importa el clima. Lo importante es que esta noche salimos. ¿Y si fuéramos a algún lugar con mucha gente? ¿Qué pasaría si encontrara algún conocido? Me presentaría… No, miraría al piso, como ese pibe que está cruzando la calle. ¡Pobre criatura! Con esta lluvia, arrastra el carrito de cartones mojados, con la espalda doblada como un viejo. Así van a quedar mis zapatos, como esos cartones empapados por la lluvia. Pero esta vez no lo perdono ¡media hora con esta tormenta es una desconsideración! Es demasiado, hasta para mí. Porque yo seré impaciente, es cierto, pero soy aguantadora. Como Matilde. Y como su caja de vidrio con piedritas de colores. Ambas aguantaron muchas caídas. Y yo voy a aguantar bajo la lluvia hasta que llegue para decirle todo lo que pienso.

¿Y esas burbujas? ¡Lo que faltaba! Se tapó la alcantarilla. En la ciudad hay muchos lugares lindos para encontrarnos pero justo eligió una esquina con los sumideros obstruidos por la basura. Espero que no se inunde la calle. No quiero que, cuando llegue, me vea ahogada. O puede suceder algo peor: que la corriente me arrastre y me lleve por la ciudad hasta el mar. Sería de muy mal gusto que al llegar no me encuentre.




Marilú Sánchez Martínez nació en la Ciudad de Buenos Aires en 1961.
Contadora Pública egresada de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, realizó postgrados en control y gestión de políticas públicas y en auditoría (en UBA, FLACSO, UCA).
Participó en la ciudad de Buenos Aires, con dibujos y pinturas, en distintas muestras colectivas entre los años 2005 y 2011.
Publicó SILENCIOS (poemas, 2007), IMÁGENES Y PALABRAS (relatos ilustrados, 2008) y LA NIÑA INVISIBLE (narrativa breve, 2010).



domingo, 13 de diciembre de 2015

Luis Formaiano

La montaña rusa 




  Mi primer recuerdo de la montaña rusa se hunde en el amnésico lago de mi infancia. Tendría yo unos siete años, tal vez, cuando con un grupo de amigos del barrio visitamos el parque de diversiones. Recuerdo, por esa época, haber visto un viaje en montaña rusa en el desaparecido Cinerama de la calle Maipú. Luego de esa experiencia, juré que nunca subiría a una.
  Sin embargo, no podía quedar como un cobarde frente a mis amigos, así que, haciendo gala de una gallardía que no poseía, subí con ellos en el que sería un terrorífico viaje.
  Lo terrorífico no era tanto la montaña rusa sino el clima del parque de diversiones en sí, sensación que tuve muchos años después, ya adulto, al visitar el Prater en Viena. Detrás de las luces multicolores y el bullicio de la gente se escondía un reino fantasmal, el que gobierna las pesadillas de la infancia.
  Recuerdo haber rebautizado al parque de diversiones como parque de aversiones, un lugar para sufrir. ¿O qué gracia desconocida podrían tener el tren fantasma o las sillas voladoras? El primero me llenaba de ansiedad y las segundas me mareaban espantosamente.
  Pero la montaña rusa era el colmo. Todavía recuerdo el esfuerzo que hacía la cadena de cochecitos en el tramo ascendente, las ruedas chirriaban, parecía que nunca iba a llegar a la cima, la gente estaba expectante, preparando los gritos para la caída. Antes de ésta, la formación se detenía por unos segundos y entonces, se desplomaba a toda velocidad en medio de más chirridos y los contenidos gritos. Claro, los gritos de los otros. Si bien mi corazón subía hasta mi garganta, de mi boca no salía sonido. Hacía tiempo que había perdido mi propia voz o la capacidad de gritar.
  La montaña rusa suponía atravesar un sinfín de sensaciones, abandonarse a los sentidos, para, en un momento determinado, dejar escapar un grito liberador. Ese mecanismo, en mí, estaba tan oxidado como muchas de las piezas de la montaña rusa. Desde cierta tarde, no mucho antes de ese día, en que me quedé solo en casa.
  Aunque en realidad no estaba solo, atravesando el patio estaba nuestro vecino, Juan, al que le decían “el ruso.” Su esposa y sus hijos habían salido por lo que ambos estábamos en situación de solitaria siesta de verano.
  El agobiante calor me llevaba a vestir solo mis anatómicos blancos y es en ellos que respondí a su llamado.

  No sé si hubo una excusa, solo recuerdo el contacto de mis pies descalzos con las baldosas calientes del patio. Me quedé un momento parado frente a la entrada a su dormitorio, la cortina de esterilla levantada hasta la mitad. Detrás, estaba “el ruso” esperándome, podía ver sus musculosas piernas peludas y detrás, la oscuridad.
  Levantó levemente la cortina para dejarme entrar. Balbuceó algo y se recostó, un imponente cuerpo de hombre, solo vestido con un impecable anatómico blanco, sobre una blanca sábana llena de sinuosidades. ¿O era su cuerpo el que era sinuoso? Su piel era oscura, cubierta de un copioso vello.
  Me invitó a recostarme a su lado, para que nos diera el aire del ventilador de pie. Esos ventiladores antiguos eran potentes y emitían un ruido parecido a la turbina de un avión.
  Cuando subí a la cama sentí sus dos manos sobre mis brazos, ayudándome a acomodarme contra su cuerpo, de espaldas a él.
Con su brazo izquierdo, aseguró mi cuerpo contra el suyo, pude sentir su piel, transpirada y su respiración ¿agitada? en mi oído derecho.
  Afuera, el sol abrasaba y la tarde estaba callada. Sólo se oía su respiración.
  La penumbra se había hecho más densa y su brazo derecho comenzó a acariciar mi cuerpo. 


  Pude sentir su descomunal fuerza, cuando su pierna derecha se apoyó sobre las mías, y comenzó a frotarse contra ellas. Era un hombre grande y yo, un niño. Pero un niño que por primera vez estaba experimentado un vértigo solo parecido al de la caída libre de los cochecitos de la montaña rusa.
  Cuando su mano se posó sobre mi entrepierna sentí que mi cuerpo ya no me pertenecía. Su dedo índice comenzó a dibujar círculos imaginarios sobre la tela de mi calzoncillo, estimulando los genitales que dormían bajo ella. Ya se había roto la siesta. El ventilador había dejado de girar y se había clavado sobre nuestros cuerpos, “el ruso” cada vez me apretaba con más fuerza y respiraba más pesadamente. Sólo recuerdo sensaciones: torbellinos, remolinos, vendavales y tormentas. Su fuerte olor a transpiración y la humedad de sus labios, su lengua en mi oreja y mi corazón a punto de estallar. Y un grito ahogado, había perdido la voz, me había perdido para siempre.


Luis Formaiano nació en Buenos Aires en julio de 1956. Vivió cuatro años en Inglaterra (1979-1983) donde adquirió un marcado interés por los pintores Pre-Rafaelitas, Simbolistas y Expresionistas, y por la obra de escritores como Thomas Hardy e Iris Murdoch. De regreso al país, se graduó como Psicólogo en la Universidad de Buenos Aires (1988) y desde esa fecha se dedica a la actividad clínica desde una perspectiva Junguiana. Sus recorridos como artista plástico lo llevaron a aunar Psicología y Arte en su formación de posgrado como Arteterapeuta (IUNA).


sábado, 12 de diciembre de 2015

Marisel Pissaco






         Puentes, pasos
         Pasos, puentes
         Vida y muerte


         Prisa en la ciudad
         Un coche fúnebre
         Pasa la muerte


         Espera paciente
         Siente miedo y calor
         El final no ocurrirá


        No quería llorar
        Pero el dolor podía más
        Depositó la flor junto a él


        Esa mujer de largas trenzas
       Vende frutos y verduras a diario
      ¿Qué sueños tendrá esa mujer?

        La vi desde el tren
        Fugaz en el andén
        Se pintaba los labios

        


        El trágico tren de las nueve
        Pasó menos cinco
        Salvó su vida


        Entre las juntas del cemento
        Una flor
        La fuerza de la vida


        Vieja, arrugada, cansada
        Pasea sus perros
        Viejos, arrugados, cansados.


         Suben de prisa, terror
         Ahora corren, gritos
         Si no llegan, silencio


         Repentina y fugaz
         La hora del poema
         Se ha ido




Marisel Pissaco nació en Chivilcoy, en 1970. Allí estudió Magisterio especializado en Educación Primaria. Luego se trasladó a la ciudad de La Plata donde realizó la carrera de Fonoaudiología. Trabajó, en esa ciudad y en Capital, en diferentes instituciones especializadas en educación y rehabilitación de niños con capacidades diferentes. En 1995 se radicó en CABA donde constituyó su familia e inició la carrera de Lic. en Psicología, en la UBA, donde halló su gran vocación. Actualmente se dedica a la Psicología clínica de niños, adolescentes y adultos, además de la coordinación de su equipo de Salud Mental. Y está realizando el posgrado en Arte-terapia que brinda la Asociación Argentina de Arte-terapia.