Acordamos encontrarnos
a las nueve de la noche y ya pasaron diez minutos. Yo llegué puntual a esta
esquina, aunque ya antes de salir de casa sospechaba que él se retrasaría. Después dice que soy
impaciente pero lo hace una y otra vez. Reconozco que tiene imaginación,
siempre usa una excusa distinta. Ahora llueve más fuerte ¡qué fastidio! Por
suerte dejé las plantas en el balcón, hace dos o tres días que no las riego. Es
un descuido de mi parte, pero yo le digo que no me regale plantas. No importa,
siempre aparece con una. No me extrañaría que llegara ahora con alguna ramita
rara clavada en la tierra y rodeada de piedras de colores, como las que tiene
mi vecina, Matilde, en esa caja de vidrio. Dice que está relacionado con la
energía del ambiente o algo parecido. No me interesan esas cosas. Lo que sí me
importa es que ya pasaron quince minutos y no llega. Nunca tuve paciencia, para
mí esperar es como tener una piedra en el zapato. No de las piedritas de
colores de Matilde sino una bien dura, afilada, que se me clava en la planta
del pie. Para colmo, se me ocurrió ponerme estos zapatos con taco; los uso en
ocasiones especiales, como ésta. Pero sin lluvia. Tendría que haberme puesto
las botas. Y pantalón y campera. Hasta el peinado se me está desarmando. Me
gusta arreglarme para estos momentos, aunque nadie me vea. No podemos ir a un
lugar público. Por eso no salimos mucho. Y por eso hoy es una ocasión especial.
¿Será también por eso que llueve? No importa el clima. Lo importante es que
esta noche salimos. ¿Y si fuéramos a algún lugar con mucha gente? ¿Qué pasaría
si encontrara algún conocido? Me presentaría… No, miraría al piso, como ese
pibe que está cruzando la calle. ¡Pobre criatura! Con esta lluvia, arrastra el
carrito de cartones mojados, con la espalda doblada como un viejo. Así van a
quedar mis zapatos, como esos cartones empapados por la lluvia. Pero esta vez
no lo perdono ¡media hora con esta tormenta es una desconsideración! Es
demasiado, hasta para mí. Porque yo seré impaciente, es cierto, pero soy
aguantadora. Como Matilde. Y como su caja de vidrio con piedritas de colores.
Ambas aguantaron muchas caídas. Y yo voy a aguantar bajo la lluvia hasta que
llegue para decirle todo lo que pienso.
¿Y esas burbujas? ¡Lo
que faltaba! Se tapó la alcantarilla. En la ciudad hay muchos lugares lindos
para encontrarnos pero justo eligió una esquina con los sumideros obstruidos
por la basura. Espero que no se inunde la calle. No quiero que, cuando llegue, me
vea ahogada. O puede suceder algo peor: que la corriente me arrastre y me lleve
por la ciudad hasta el mar. Sería de muy mal gusto que al llegar no me
encuentre.
Contadora Pública egresada de la Facultad de
Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, realizó postgrados en control
y gestión de políticas públicas y en auditoría (en UBA, FLACSO, UCA).
Participó en la ciudad de Buenos Aires, con
dibujos y pinturas, en distintas muestras colectivas entre los años 2005 y 2011.
Publicó SILENCIOS (poemas, 2007), IMÁGENES Y
PALABRAS (relatos ilustrados, 2008) y LA NIÑA INVISIBLE (narrativa breve,
2010).
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